No hay trucos de lentes ni perspectivas forzadas.
Es un aeropuerto en miniatura. Lo que no significa que sea necesariamente pequeño ni un juego de niños. De hecho es tan grande y detallado que construirlo ha costado la nada diminuta cifra de 5 millones de dólares para que encima los aviones no despeguen. Y aún hay más.
Además de gastarse ese pastizal en construir la maqueta o diorama probablemente mayor del mundo, la labor no ha sido precisamente rápida.
Tanto como 5 años han tardado sus autores en tener preparado este aeropuerto, justo a tiempo para la temporada veraniega y su afluencia de veraneantes.
No le falta ni un detalle, la torre de control, las colas de aviones en la cabecera de pista esperando su turno para despegar… al menos en lo que se refiere al exterior. Nos faltaría comprobar si la fidelidad también habita en el interior y así descubrir el importante papel que tiene para la cohesión social las interminables colas ante los mostradores de facturación.
Se puede visitar en el museo de miniaturas de Hamburgo (Alemania)
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