domingo, 13 de marzo de 2011

Consecuencias del terremoto de Japón en centrales nucleares

El reciente terremoto con tsunami en Japón ha originado una peligrosa situación en una central nuclear de Fukushima. 

Los daños causados por el fuerte seísmo han tenido repercusiones de diversa consideración en varias centrales nucleares niponas, pero una en la prefectura de Fukushima es por ahora la que se halla en una situación más preocupante, sobre todo después de la explosión registrada en un sistema de bombeo. 

La población en las cercanías de la zona ha sido evacuada, y los esfuerzos de los equipos técnicos se centran ahora en evitar que los reactores afectados se sobrecalienten hasta niveles catastróficos. 

Si los sistemas de contención fallan y la temperatura sube lo bastante como para provocar una fusión de núcleo, la contaminación radiactiva sería mucho más grave que la registrada hasta ahora. 

Si la temperatura se mantiene controlada y no se producen nuevos desperfectos críticos, podrá decirse que la situación está bajo control, dentro de la gravedad de lo ya ocurrido.

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De entre los casos anteriores de emergencia nuclear, destaca el del accidente de 1986 en la central nuclear de Chernóbil, en lo que entonces era la Unión Soviética.

Éste fue un accidente muy serio, con consecuencias graves para la salud, sobre todo para los miles de trabajadores expuestos a la radiactividad en los primeros días, que recibieron dosis de radiación muy altas, con muertes a corto plazo, y para los miles de afectados por cáncer de tiroides. 

El número final de muertes atribuibles al escape radiactivo de Chernóbil es difícil de estimar con exactitud. Como alrededor de un cuarto de la población muere a causa de cáncer espontáneo, no causado por la contaminación radiactiva, un aumento de muertes por cáncer en la zona de Chernóbil inducido por la radiación, de aproximadamente sólo un 3 por ciento, es difícil de detectar pese a resultar significativo. 

Sin embargo, tal como se recogió en un informe publicado por el Foro de Chernóbil (impulsado por la ONU), del cual ya informamos en su día en NCYT, ya se observaron algunos aumentos de formas particulares de cáncer (por ejemplo, la leucemia) en los operarios de las brigadas de emergencia. Dicho informe, presentado en 2005, se basó en un estudio de 600 páginas, e incorporó el trabajo de centenares de científicos, economistas y expertos en salud, evaluando el impacto de aquel accidente nuclear tras casi 20 años. La cifra total de muertes que se barajó entonces está en torno a las 4.000. 

El efecto de la radiactividad sobre una población humana es un tema que, por desgracia, en Japón se conoce muy bien. Japón es la única nación del mundo que ha sufrido un ataque nuclear.

En la Segunda Guerra Mundial, el proyecto Manhattan, nombre en clave del programa estadounidense de investigación y desarrollo tendente a fabricar la bomba atómica, reunió a científicos de diversas naciones, espoleados por el miedo a que los nazis fueran los primeros en desarrollar la bomba atómica y que eso les permitiera vencer la guerra e imponer su régimen aterrador en todo el mundo. Trabajando a marchas forzadas, los científicos del proyecto Manhattan lograron provocar en Julio de 1945 la primera explosión nuclear artificial de la historia, en un polígono de pruebas de Nuevo México. 

Al mes siguiente, este desarrollo tecnológico fue empleado para lanzar sendas bombas atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. El terrible poder devastador del átomo reveló a la humanidad su tenebroso rostro. Decenas de miles de personas murieron en el acto y otras muchas enfermaron y fallecieron posteriormente por culpa de la radiactividad.

Bastantes de los físicos nucleares que estuvieron envueltos en las investigaciones que condujeron a la creación de la bomba atómica, se opusieron a que se emplease contra la población civil, y algunos se convirtieron después en firmes opositores al uso de armamento nuclear. 

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