sábado, 22 de enero de 2011
Siete errores científicos… que originaron descubrimientos
Los errores científicos no siepre terminan en derrota y derroche de dinero totales. Algunos generan nuevos descubrimientos interesantes.
Uno de los ejemplos más famosos es la viagra, que originalmente fue ideada para tratar la angina de pecho. Aunque el medicamento no consiguió aumentar el aporte de sangre al corazón, los pacientes hicieron notar un curioso efecto secundario… y es que otra parte de sus cuerpos tenían un aporte de sangre que daba gusto. Literalmente.
La penicilina, el bromuro potásico e incluso el mismísimo Big Bang… se encontraron casualmente, por accidente. Desúbre los otros seis tras nuestro salto.
Bromuro potásico
Hace no demasiado tiempo, la masturbación era vista como el padre de todos los males. Eras el mismísimo diablo si tan solo pensabas en ello. Se intentó hacer de todo para evitarlo, hasta que se descubrió el bromuro potásico. Los pacientes a los que se administraba tuvieron un menor índice de masturbación (no sé cuánto te tienen que pagar para que accedas a un estudio así…), y se proclamó como la solución definitiva. Poco después, se vio que no es que hubieran menos toqueteos, si no que había menos de todo. Menos actividad en cualquier cosa.
Lo rebautizaron como “sedante“.
Penicilina
Un clásico. Alexander Fleming descubrió que un moho había contaminado sus cultivos de virus de la gripe. No obstante, el área que rodeaba el moho, ¡estaba libre del virus! El descubrimiento le valió un premio Nobel.
El Big Bang
Arno Penzias y Robert Wilson estaban un día con su antena apuntando a la Vía Láctea. Mientras lo movían aquí y allá, se dieron cuenta de que había un ruido de fondo que no debía estar. Aparecía apuntaran a donde apuntaran, hubiera objetos celestes o no. Cuando echaron un vistazo al interior, vieron nidos de palomas (aquello estaría hecho un cristo). Pero tras limpiarlo, el ruido persistía. Resultó que lo que captaban era la radiación cósmica de fondo, que se considera el residuo del Big Bang. Nuevamente les fue otorgado un premio Nobel.
Los Rayos X
William Roentgen, físico, estaba hacienco pasar una corriente eléctrica por un tubo de vidrio con un gas en su interior. El gas brilló inesperadamente. Para continuar con su experimento sin el molesto brillo, recubrió el tubo con un grueso papel.
El brillo se mantuvo, pero esta vez procedió de una pantalla tratada con elementos pesados, situada unos metros a distancia. Tras unos experimentos, comprendió que había descubierto un rayo que pasaba a través de elementos ligeros pero no de los pesados: los rayos X.
El cristal de seguridad
Bien, como muchas otras cosas en la vida, se descubrió gracias a la falta de higiene. Ocurrió que un investigador torpe tiró un vaso al suelo. No obstante, aunque se rompió, no se dividió en afilados trocitos. Interesándose por el extraño suceso, preguntó qué había contenido: una solución de plástico líquido. Por lo visto, no se había limpiado bien, recubriendo el cristal interior.
La sacarina
Fahlberg. Es el nombre de un señor que trabajaba con alquitrán de carbón, llegando a casa con las manos más negras que un pozo de petróleo. Tal cual llegó, probó unos bollos que hizo su mujer, sin lavarse las manos ni nada. Le supieron dulces. Le preguntó a su mujer si tenían algo especial, pero ella le dijo que no y que sabían como siempre. Resultó que eran sus manos las que sabían dulces.
Para que veas, a veces equivocarse da mejores resultados.
Fuente: www.gizmodo.es
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario